MISERIA
EN EL CONTENEDOR.
A todos los que tienen que comer miseria.
Me despido de mis hijos, que no saben
a dónde marcho. Y de mi pobre mujer
que no quiero que se ensucie la nariz
de tufos fríos, apestosos y grisáceos.
Calles y calles, oscuras y isométricas
que voy pisando sobre las doce y pico
de la noche. Sé que es muy tarde
porque la luna ya se ha puesto su condón
y hay cuatro gatos rondando.
Hoy caminaré erguido, y sin angustia
hacia el contenedor de una gran superficie
comercial. Quizás allí, pueda encontrar pábulo
para escarchar nuestra Nochebuena,
con despojos inocentes entre mis manos.
Veo una caja de manzanas heridas.
Un paquete de café medio sonámbulo.
Una piña, y un coco con rascaduras,
dos botellas de sidra verde sin etiqueta
y un pack de flanes caducados.
Veo una bandeja de pescado blanco, en medio de la
oquedad. Y dos bolsas de mejillones azabaches.
Un camión eléctrico que no se mueve
pero que arreglaré para mi nene.
Parece que hay también, lucecitas para un árbol,
pero debo estar borracho, entre tanta mugre.
En el fondo del contenedor
veo una muñeca azul, pero sin brazo.
¡Ahora sólo debo encontrar, el húmero azul
para mi niña de dos años!.