Suponte que estamos saliendo
.
Que nos tomamos algo
y que a eso de las cinco en punto de la tarde
nos damos un beso.
Suponte que volvemos a salir
porque los besos que suceden a esas horas de la tarde
son como ráfagas
en una ciudad tan llena de brisas
como la nuestra.
Y suponte además
que no nos preocupan demasiado
las ráfagas
hasta que un día
se nos bocanadan delante
como un isógono del sol
haciendo señas
con su hambre tercermundista
y su miedo absurdo de domador.
Para entonces
ya empieza a preocuparnos el resultado calor
y el cosquilleo espontáneo de barniz
que sube
y que baja
y que vuela
por todos los huesos
como un viento bordado
de mariposas de hojarasca
.
Tanto que después,
aunque acudamos puntuales a las citas
nadie garantiza
que una tarde en un mes cualquiera
todo termine
como el mismo parecido razonable
de las novelas del amor
que comenzaban
a darnos pistas.
Pero esta vez de la vida
se nos retrasa
el despertador del olvido
.
Y es que a eso
de las cinco en punto de la tarde
las manecillas del reloj
se quedan bajo aquella
felicidad ahumada
llena de versos granujas
que me hicieron la jugada
de velarse entre los folios.
Suponte que entre idas y venidas del tiempo
llegan esas oportunidades de la vida
que te dan con sus espuelas
o sus magias
y te convierten esta vez
en gaviota hilada
hecha de nubes.
Tal vez se confirmen al cubo
las sospechas de las veladas románticas
si te pongo este mantel de tangli sin hule
con un par de servilletas
y cucharas.
Pero suponte que están
las antiguas resonancias de saber
que eres tú quien elude las citas,
y entonces
me olvido del postre.
Habrás supuesto
que es domingo por la tarde
y que los supermercados no están abiertos
.
Que estoy
sin nata instantánea de spray
sin galletas del Príncipe de Beukelaer
sin donuts de chocolate
y sin horchata.
Sólo tengo café
.
Y no más que
ventanas que dan a los parques
en los que lentamente,
son columpios que juegan
a empujarse
con de los pistilos azules de la primavera.
Ahora previsiblemente
estará silbando la cafetera
mientras se apaga suavemente el programador
de tu nevera
para precalentar mi horno
a 170 grados.
Tú no estás demasiado lejos
para suponer
a eso
de las cinco en punto de la tarde
que algo está a punto de cocerse
mientras te amaso el abecedario
.
Tú no estás demasiado lejos
para notar
que de confundir dos veces
al café por harina
se me dilaten nuevamente
las diástoles vasculares de la retina
y tenga que abrir
la ventana de los versos
para entregarte
l’especialite de la maison
con su fiel
aroma de ráfaga.
Suponen los antiguos libros de medicina
que abusar de la cafeína
produce insomnio.
Así es que siguiendo con las suposiciones
de las sumas sin las restas
y sabiendo
que las feromonas espontáneas
están haciendo de las suyas
en sus ahumadas vagonetas
de esquivar ráfagas rieles y ventanas
a una velocidad por hora
de quinientos isógonos de sol
y a partir
de las suposiciones del Amor contemporáneas
...
Una noche de estas habrá de venir
para volvernos a salir
a eso
de las cinco en punto de la tarde
.
Y que aquellos besos descarguen
doscientos kilos de azúcar
sobre
esta tarta glaseada de versos
sin dejarnos para el postre de los luegos
nada que no podamos confiturar
de aquella nuestra
garrapiñada manera de mirar
a eso
de las cinco en punto de la tarde
.
* Recitat al local Ignacio Ellacuría, Barri del Campanar, València, el 24 de Maig de 2007.